

y aborde la mística esfera del patrimonio urbano.
Es ese patrimonio, reconocible en una dimensión económica, real,
cotidiana, tangible, desde diversos campos tales como el comer-
cio, la cultura, el turismo, la seguridad, la salud, el que debe ser
pensado como el catalizador de todas las acciones manifestadas
en el documento del Plan Urbano Ambiental por todos conocido y
puesto hoy en consideración.
El espacio urbano atesora todos las improntas de la historia,
siendo esto lo más significativo y transparente para el reconoci-
miento de la cultura urbana.
Se ha dicho que las grandes ciudades como Buenos Aires son en gran
medida la representación viviente del fenómeno social. Estas metró-
polis actúan como verdaderos contenedores y también como verda-
deras unidades orgánicas, dentro de las cuales se realizan todos los
movimientos de la vida inherentes a las agrupaciones humanas.
Aún cuando la transformación de la ciudad es un proceso conti-
nuo e irreversible, es fundamental saber entender cuáles son los
componentes intrínsecos que determinan el carácter propio para
conservarlos y, en su caso, potenciarlos.
La identidad de la ciudad no es sólo su soporte físico, también lo
son sus habitantes y las actividades que en ella se desarrollan.
Debemos manejar con especial esmero y responsabilidad el ac-
ceso público a los procesos de participación vecinal que dan
forma a nuestras ciudades.
Como gestión líder de una región metropolitana no podemos ol-
vidar nuestro deber de colocar en la agenda regional diversas po-
líticas que involucren al espacio urbano a nivel ciudad, suburbio y
ambiente natural, propiciando la interacción. Pues es sabido que
si no respetamos esta compleja relación ecológica, los proyectos
de planificación urbana socavan su propia estabilidad.
Propiciar la calidad de vida a través de la mejora del espacio ur-
bano y del desarrollo regional sostenible, debe ser entendida
como la manera de contemplar el bienestar tanto de las genera-
ciones presentes como de las futuras.
En términos de sustentabilidad urbana, es fácil dirigir nuestro
pensamiento hacia cuestiones referidas a hechos traumáticos
que la mayoría de las veces nos alertan de la fragilidad de las
cuestiones operativas en torno al medio ambiente.
¿Cuáles son los condicionantes que deterioran o enaltecen el há-
bitat del ser urbano? La seguridad urbana, la educación cívica re-
ferida a los valores esenciales de convivencia urbana, las relacio-
nes sociales entre los diferentes actores que componen la ciudad,
el respeto al prójimo, la conciencia de pertenencia social y la vi-
sión de ciudad compartida, son los condicionantes básicos para
satisfacer las necesidades presentes y propiciar un ambiente sus-
tentable a las de las generaciones futuras.
Cada vez en mayor proporción las ciudades y, en particular, las re-
giones metropolitanas de los países con similares indicadores
macroeconómicos al nuestro, concentran las esperanzas y expec-
tativas de crecimiento económico y superación de estándares de
vida de la inmensa proporción de estos países, motivo por el cual
la resultante de este fenómeno es el aumento de las inequidades
sociales, territoriales y sin lugar a dudas las ambientales.
¿Por qué debemos tener un Plan Urbano Ambiental como marco de
discusión sistémica? En términos económicos las ciudades generan
09
MAYO 2008
más de dos terceras partes del PBI, atraen de manera creciente a las
actividades productivas más dinámicas y concentran una fracción
sustantiva del excedente económico generado por las naciones.
La presión, que surge de una presencia creciente de población en
situación de pobreza en las grandes ciudades, en nuestro caso
Buenos Aires, y las múltiples expresiones que adopta la informali-
dad con que se inserta en el mundo urbano, parece colocar desa-
fíos mucho más poderosos que la presión demográfica sobre los
gobiernos de las ciudades.
Entonces seamos conscientes que cuando la pobreza y la infor-
malidad predominan en el espacio público, los sectores formales
y los ricos intentan regenerar su propio espacio quedando fuera
de esta clonación, del orden público, el gobierno. Siendo esta si-
tuación de una intransigencia tal que la gestión eficiente sobre el
espacio público adquiere dimensiones trágicas.
Ahora bien, como ella no pierde su capacidad de regeneración
económica en ninguno de sus niveles, asistimos a la inmigración
de contingentes de municipios vecinos o provinciales y hasta
transnacionales, que sólo buscan la posibilidad económica que
brinda la aglomeración, sin importarles la oferta en lo concer-
niente a espacio público y calidad urbana.
La especulación inmobiliaria evidencia la diferenciación y la dis-
criminación en el espacio público, a los efectos de generar alzas
en los precios de las tierras. Por consiguiente, se deprecian las tie-
rras urbanas convirtiendo grandes sectores de la ciudad en zonas
no convenientes para el desarrollo residencial-económico.
Los crecimientos producidos en los últimos 60 años nos han de-
jado una ciudad con identidad difusa, en crisis. Y también nos
atrevemos a asegurar que será abandonada en cuanto las posibi-
lidades económicas lo permitan.
A modo de síntesis
Nuestro protagonismo histórico territorial no nos permite seguir
equivocándonos en materia de gestión del espacio urbano. Como
centro de un área metropolitana de 17 millones de habitantes,
somos conscientes de nuestro encaje territorial: una ciudad real
que es una red de ciudades que comparten infraestructuras.
En otros términos, el grado de atracción de una ciudad no pasa
sólo por su recuperación formal, sino que hoy, más que nunca, in-
sertos como estamos en una red de ciudades tanto regional
como internacionalmente, debemos promover y alentar todo
nuestro conjunto de acciones dentro de una visión mucho más
amplia que la tenida históricamente.
Un desarrollo económico genuino, dentro de un marco jurídico
sostenido en el tiempo y articulado por un soporte físico efi-
ciente, es un componente básico e irrenunciable para que nues-
tra ciudad de Buenos Aires convoque y pueda proyectar su patri-
monio a escala global.
Estamos convencidos de que consolidar el trabajo de estos últi-
mos años en materia de consenso y participación es un logro de
todos los participantes. Con la aprobación del PUA no nos cabe
ninguna duda de que seguimos andando el camino de la cons-
trucción de ciudadanía. En resumidas cuentas, estamos ha-
ciendo ciudad.
(*) Subsecretariode PlaneamientoUrbanodel GCBA