

MARZO 2012
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través del encuentro con la Comisión de la OEA por los Derechos
Humanos que vino al país en 1979, o la presentación de
habeas
corpus
, por los compañeros detenidos y/o desaparecidos.
En esos años, los sectores populares se encontraban totalmente
replegados, sin que existiera desde el Estado y la Academia nin-
gún accionar que los acompañara en su desventura.
El retorno a la democracia permitió la vuelta a las cátedras. En mi
caso la opción fue la función pública, trabajando con el imagina-
rio de gestionar y operar en el campo social sobre el territorio, en
una escala sólo posible desde los distintos estamentos del Estado:
Nacional, Provincial y Municipal.
Esa ha sido la experiencia que fui construyendo en todos estos años,
y que me permitió comprender el rol indelegable del accionar públi-
co en problemas que se generan por la inequidad que determina el
modelo de sociedad imperante.
De mi trayectoria en la gestión pública, Municipal como Secreta-
rio de Obras Públicas en la Municipalidad de Pilar, Provincial en
la Dirección de Arquitectura y la Administración del Instituto de
Vivienda de la Provincia de Buenos Aires, o en la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires en la Secretaría de Desarrollo Urbano,
rescato la instalación del trabajo en equipo, el haber conocido
profesionales excepcionales y con un altísimo compromiso con
la tarea y los objetivos, y especialmente en todas esos casos la
creación de afectos que se mantienen hasta el presente. Asimis-
mo, la satisfacción de sentir ciertos objetivos alcanzados, aunque
siempre al irme con el peso de lo no concluido y el temor de que
a pesar del esfuerzo lo iniciado quedara trunco, y todo “volvería a
ser como antes”.
Sin ninguna duda, de estas experiencias de gestión la más
enriquecedora fue la desarrollada en el PROMEBA | Programa
Mejoramiento de Barrios, que comenzó en 1994, respondiendo
exitosamente a una demanda insatisfecha, y en el presente sigue
instalado y consolidado atendiendo a familias bajo línea de pobre-
za NBI a lo largo y ancho del país.
Seguramente, su elección se origina en que se trata de una políti-
ca que apunta unívocamente a la vivienda social y que impacta en
tiempo real, permitiendo la mejora continua a través del fortaleci-
miento de los equipos de intervención. En mi caso participé de su
instalación coordinando el área diseño, y posteriormente accedí a
la coordinación del mismo en el período 2000-2002.
Lo singular del PROMEBA está dado no sólo en el armado de eje-
cución, que recae en equipos multidisciplinarios (mayoritariamen-
te arquitectos, pero también ingenieros, abogados, sociólogos,
ambientalistas, trabajadores sociales y todo un equipo adminis-
trativo que comulga totalmente con los objetivos a conseguir y
el trabajo asociado, de alto
expertise
en la temática, tanto a nivel
central como local), sino también en que este universo se comple-
taba con encuentros, seminarios y capacitación hacia adentro del
programa, y hacia las unidades ejecutoras provinciales.
También en la cercanía que se genera con los colectivos con los
que se trabaja, la participación de los beneficiarios, la transpa-
rencia del accionar, todo ello generando resultados muy satis-
factorios y transformando el trabajo diario en una tarea muy
motivadora y satisfactoria para todos los involucrados.
Todas estas referencias se sintetizaban semanalmente en una
reunión general sin ningún tipo de exclusión, en encuentros to-
talmente horizontales que permitieron además de llevar adelan-
te y enriquecer las políticas planteadas a aplicar en el territorio,
sostener y solidificar la pertenencia y el orgullo del formar parte
de ese programa. Complementariamente, es importante señalar
además que el PROMEBA, por ser un programa con financiamien-
to externo, regido por un Reglamento Operativo independiente
de los trámites burocrático administrativos de la mayoría de las
políticas públicas, permite la toma de decisiones, la ejecución
de obras y el desembolso de fondos en tiempos sumarios que
optimizan sensiblemente la gestión del día a día. Resultó muy
satisfactorio una vez fuera del programa ser convocado para
formar parte de la instalación del modelo en Perú y Ecuador y
también asesorar en su desarrollo a propuestas similares en
Uruguay y Brasil.
También esta experiencia contribuyó a mi trabajo para instalar
algunas de estas lecciones aprendidas tanto en colectivos de tra-
bajo con colegas como en la academia. El presente me encuentra
recuperando y transfiriendo las experiencias transitadas, en el
Instituto de Hábitat Urbano IHU con un grupo de compañeros,
acercando al CPAU la problemática del Hábitat Social, y en el
campo académico después de dictar durante 7 años el curso
de actualización en la FADU sobre Hábitat y Pobreza Urbana,
redoblando el desafío en el presente instalando el dictado de la
“Maestría Hábitat y Pobreza Urbana en América Latina” asocian-
do en su implementación a las Facultades de Arquitectura y de
Ciencias Sociales, ambas de la UBA.
En los primeros años de profesión
coexistía la práctica profesional
tradicional, y la militancia política
orientada a lo específico:
en nuestra profesión, trabajando
en villas y asentamientos.
Los sectores populares se
encontraban replegados, sin que
existiera desde el Estado y la
Academia ningún accionar que
los acompañara en su desventura.