

NOTAS CPAU 17
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ARQUITECTOS SOCIALES
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Esquizofrenia de los que nos dedicamos a
“esas otras cosas”
Hace ya muchos años, más de los admisibles, un amigo de mis
padres al enterarse que “el nene” había decidido poner fin a su
crisis vocacional focalizando su interés en Arquitectura, le regaló
un primer librito de título premonitorio: “Contra una arquitectura
adjetivada” de Oriol Bohigas.
Este pequeño artículo intenta retomar aquellas primigenias
lecturas contrarias a las adjetivaciones innecesarias, retomando
antiguas sospechas, esta vez aplicadas a otros
tópicos.Esun lugar
bastante común entre los que nos dedicamos a “esas otras cosas”
que toda Arquitectura es social. Postulado tan fácil de enunciar
como que no es posible ningún producto cultural (y vaya si la
Ciudad y la arquitectura lo son) por fuera de una sociedad deter-
minada. Que todo producto destinado al uso - consumo privado o
colectivo deviene social, que responde consciente o inconsciente-
mente a codificaciones (sociales), y que adquiere inevitablemente
significados (sociales). Pero, como bien sospechan los lectores, la
sociedad no es un todo homogéneo y el hábitat, como su mani-
festación física, correspondientemente tampoco.
Aparecen allí intentos de encontrar denominaciones más cerca-
nas al objeto de estudio. Aparecen en abanico desde “pobreza
urbana” con cierto dejo determinista, hasta “hábitat popular” en
visiones más esperanzadoras.
Ya que el análisis discursivo está a la orden del día en nuestra
sociedad, permitámonos su ejercicio por un momento. Lo que
sospecho anida en estas denominaciones, lo que subyace en
esas letras nunca ingenuas, porque precisamente cobran signi-
ficados (sociales), lo que quieren connotar estas calificaciones
son obviamente distinciones. Discriminaciones, diríamos, si esta
palabra a su vez no tuviera a su vez significados propios social-
mente establecidos.
Pareciera que hay otro enfoque, otra proyectualidad, otras me-
todologías, otros materiales, otras gestiones, en definitiva otros
saberes para los pobres; necesarios de ser distinguidos y especi-
ficados respecto de los destinados a otros recortes de hábitat.
La existencia de saberes específicos pertinentes, como en todo
recorte, es cierta. De lo que sospechamos aquí es de los que
insisten en poner esta especificidad por fuera de la profesión.
Existen en este sentido dos mitos concurrentes y como es previsible
mutuamente potenciados.Vamos por el primero, más progresista.
En algún taller un estudiante pontificaba: “Entré al barrio,
dejando de lado mis saberes aprendidos, seguro de que serían
inútiles”. Y si dejaste los saberes en la puerta ¿a qué fuiste? nos
preguntamos no sin cierta cuota de maldad. Precisamente “esas
gentes” nos convocan porque necesitan de nuestros saberes
aplicados. En nombre de “allanarse” al problema, se termina
abandonando las herramientas que tenemos para comprenderlo
e intentar transformarlo. Resultado asegurado: inacción desde la
buena conciencia.
Vamos por el segundo, más conservador.
Pareciera que dedicarse a estos temas, correspondería a una sub-
especie menor que incapaz de proyectar monumentos se dedica
a una extraña e híbrida rama de las ciencias sociales que evita
a toda costa ponerse en contacto con el lápiz. Si además estos
sujetos pierden sus tiempos en la docencia, o en un combo más
exótico aún, cultivan alguna rama de la investigación, definitiva-
mente estarán vedados para la fama y el éxito que como todos
sabemos está a la vuelta de la esquina si se ejerce la profesión
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J. Fernández Castro, M. C. Cravino, M. Epstein, D.Trajtengartsz. “Barrio 31 Carlos Mugica. Posibilidades y límites del proyecto urbano en
contextos de pobreza”. IEHu FADU UBA. Buenos Aires. 2010
Arq. Javier Fernández Castro
La sociedad no es un todo
homogéneo y el hábitat,
como su manifestación física,
correspondientemente tampoco.
En nuestro ejercicio se acumulan
monumentos construidos, premios
de concursos en general no
construidos, junto a trabajos
de empoderamiento barrial.
Sin contradicción alguna. Por el
contrario, en sinergia potenciadora.