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ARQUITECTOS SOCIALES
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Si me preguntaban qué quería hacer cuando cumpliera los 18
años, diferente de mis amigos que querían solo sacarse el registro,
respondía que quería afiliarme a la UCR. Alfonsín era mi norte y no
tenía más dudas, era necesario comenzar a militar las ideas de ese
nuevo líder, no importaba el lugar que te toque. Así, conocí mu-
chos amigos en los diferentes barrios de Mataderos, Soldati y Villa
Lugano, como en la Inta, la Pirelli, el Sildañes, Fátima, Piletones, la
mal llamada oculta y el NHT Eva Perón entre otros - cuando me
di cuenta que pasaba varios fines de semanas en estas barriadas,
Alfonsín ya era presidente, y así fue cómo comencé a militar en
barrios sociales. Ahora, si me pregunto cuándo me comenzó a
interesar la vivienda social, eso es más bien difuso.
Yo estuve siempre involucrado, consciente o inconscientemente,
por 2 razones: la primera es que mis amigos del colegio, en su
mayoría, vivían en la villa oculta, en Lugano 1 y 2, o en una villa que
hoy ya no existe más. Todos nos atendíamos en el centro de salud
de la villa 15, nos daban las vacunas, el apto médico para el colegio
y el odontólogo. El problema de la vivienda social ya lo tenía
incorporado: nadie me tenía que contar en la secundaria o en la
universidad cómo vivían en una villa, qué era ser un ocupante o
qué es ser
pobre.Ensegundo lugar, mi familia, luego del Rodriga-
zo, se quedó sin vivienda y sin trabajo; y pasé a ser uno más con la
necesidad de un techo propio, uno más de los que se van a dormir
con una taza de leche y mate cocido, uno más de los que escuchan
a la madre decir justo antes de comer, “como me siento mal, me
iré a dormir sin comer, coman ustedes solos.”Desde ese momento
mis abuelos nos prestaron una pieza en Mataderos, pasaron 13
años y en el ´89 terminaba diseño tres, ganaba un concurso de
estudiantes para representar a la FADU en la bienal de Venecia y
recibía mi carta de desalojo junto a mi madre y mi hermano. Mis
abuelos ya no estaban más para ayudarnos.
Mi maestro de Arquitectura y amigo, Mario Linder, le pregunta
a mi compañera por qué no fui al levantamiento de actas, mi
compañera, contesta que posiblemente no siga más la facul-
tad por problemas familiares. Al día siguiente Mario Linder, me
estaba llamando a mi casa insistentemente: nosotros seguíamos
resistiendo el desalojo. Como una película al estilo de Hollywo-
od, tuvo final feliz: gracias al empeño de Mario por ayudarnos le
entregaron a mi madre un departamento en comodato que luego
pagamos durante quince largos años. A partir de ese momento
todo se acomodó, yo terminé mi facultad y mi madre cumplió con
el sueño de todo padre, darle un hábitat a su familia.
Ya estando en Villa Lugano, me empecé a conectar con las organi-
zaciones barriales que luchaban por la tenencia definitiva de los
departamentos. En 1990 me presentaron a Juan Cymes, un lucha-
dor de la resistencia, que en la época del proceso genocida vivía en
la villa oculta. Juan siempre decía “no es oculta porque yo no me
tengo que ocultar de nadie”. Enseguida cambiamos opiniones: los
dos teníamos admiración por Moisés Lebenshon. Le conté que en
el ‘89 seleccionaron un anteproyecto de mi autoría sobre vivienda
social y se lo dibujé en una servilleta. Me dijo “todo esto es muy
lindo pibe, pero lo que necesitamos es urbanizar las villas dentro
de las mismas villas”: creo que a partir de ese momento me crecie-
ron muchas flores. Un domingo lo acompañé al barrio y presencié
mi primera asamblea barrial.
En el 96, los radicales tenían muchas posibilidades de llegar al
gobierno y el Dr. Enrique Olivera se acercó a mi casa, en el Barrio
de Lugano con Andres Borthagaray para ofrecerme trabajar en la
campaña. Le propuse comenzar a acercarles a los amigos de las
barriadas: yo por un lado participaba de Arquitectos Radicales,
pero por otro tenía una militancia barrial donde me sentía más
útil. La coordinadora de Villas tenía entre manos la ley 148 y le
pidieron a Olivera que en caso de ganar apoyara la Ley: fue votada
en la Legislatura el 30 de Diciembre de 1998 y lleva su firma.
Al triunfar la UCR en la CABA me nombraron director del C.G.PNº
8. A partir de entonces conocí a muchos más integrantes de estas
barriadas: fueron años de mucho trabajo social, deportes, olimpía-
das de jubilados, carnavales, recitales, navidad solidaria, construc-
ción de redes cloacales, agua, electricidad, pavimentos arreglos de
veredas, censos, escrituras y discusiones interminables.
A fines del ‘99 me propusieron asumir como Gerente de Pro-
moción Social Urbana del CMV, gerencia que se encargaba de la
urbanización de Villas y de los Barrios carenciados, su presidente
era el Ing. Bouzo. Con él y su equipo realizamos varios proyectos
que se concretaron, y continuamos con el plan de Urbanización de
villas comenzado en los ‘80 por el radicalismo: logramos poner en
función a la Coordinadora de Villas en la Legislatura. Cabe aclarar
que los equipos de la CMV, hoy IVC, fueron muy profesionales y so-
lidarios con su experiencia. En el 2001 me retiré de la función pú-
blica y seguí trabajando en proyectos sociales desde mi estudio.
Arq. Ariel Pradelli
Nada es comparable con la
alegría interior cuando vemos
a una familia entrar a su hábitat
luego de luchar por una vivienda
tantos años.