

MARZO 2012
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BRIL 3
ciones fantásticas varias obras del enigmático Francisco Salamo-
ne, la terraza del Kavanagh es el lugar de encuentro entre nuestro
anti-héroe y su musa inspiradora.
Zenitram surge de la villa, trabaja en la casa rosada, vuela por
una ciudad decadente y se estrella contra el obelisco. Detrás de
la historia surge un retrato urbano que vale la pena conocer.
Medianeras
(2011)
de Gustavo Taretto
Duración: 95 minutos
Medianeras se mete con algo que los arquitectos desdeñan, la
gran masa de edificios sin relevancia que conforman la ciudad y
sus consecuencias en la vida de las personas.
Alienados, apáticos y con el corazón roto los protagonistas
llevan su soledad y sus fobias (males clásicos de la vida urbana)
con cierta resignación, encontrándose sin buscarse, buscándose
sin encontrarse.
Ser arquitecto también es devenir otra cosa, como le pasa a
la protagonista de Medianeras. Él en cambio está unido a su
computadora día y noche. Pero su historia es también una
excusa para retratar nuestro hábitat urbano, que se interpone
constantemente entre ellos como una barrera, a la vez íntima
e infranqueable, poblada de paredes, pisos, ascensores y calles
atestadas de gente, una verdadera selva de cemento; tabicada
como sólo ocurre en Argentina, por Medianeras.
¿Cuánto de crítica y cuánto de fascinación hay en las imágenes
de Buenos Aires que nos introducen en la trama y nos acompa-
ñan durante el relato? Esta es, ante todo, una película acerca de
la relación entre la ciudad y las personas.
Invasión
(1969)
de Hugo Santiago
Duración: 123 minutos
“Invasión es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada
por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que
acaso no son héroes. Luchan hasta el final, sin sospechar que su
batalla es infinita.”
Poco más habría que agregar a esta breve sinopsis que redactara
Borges para conocer la trama de esta fantástica película;
y sería suficiente para intrigar a una posible audiencia; sin em-
bargo en el contexto de este ciclo la película Invasión presenta
otros ángulos de abordaje que van más allá de las perfecciones
que sus cultores le achacan.
“La ciudad es más que la gente” dice Don Porfirio, honrando su
parecido con Macedonio Fernández, en el momento más crítico
del film. Se refiere a Aquilea, que tiene algo de Buenos Aires,
algo de las sierras cordobesas y algo de las islas de Tigre, pero
que fundamentalmente se trata de una ciudad simbólica cuyo
espíritu se siente en todos los aspectos del film, no sólo en los es-
cenarios. Ciudad testigo, ciudad sitiada, ciudad sonora construida
de encuadres y conceptos igualmente legendarios.