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OCTUBRE 2008
buen funcionamiento de nuestra sociedad. Son habituales los in-
dicadores de bienestar y de nivel de desarrollo que se hallan vin-
culados al consumo energético: el consumo per cápita como indi-
cador cuantitativo o la presencia lumínica de un territorio en el
cielo nocturno…
…La sociedad contemporánea está cada vez más organizada en
torno a asentamientos urbanos, por lo que éstos se convierten en
grandes consumidores energéticos. Según las estimaciones de los
expertos, un 75% de la energía a escala mundial se destina a man-
tener la compleja organización de las ciudades.
La ciudad no deja de ser un ecosistema. La comprensión del fun-
cionamiento de un ecosistema implica el conocimiento de su me-
tabolismo, es decir, de los flujos que se desarrollan en su interior:
el flujo energético, el de materiales y el de información; estos flu-
dora de conflictos con el medio natural en el que se inserta,
siendo uno de los primeros síntomas de agotamiento el colapso
de las infraestructuras. De hecho, en ciudades con alto grado de
concentración económica, ya tenemos síntomas y consecuencias
de dicho proceso. Y este colapso trae, lamentablemente, como
principal consecuencia, un estado de parálisis en los procesos de
transformación y desarrollo.
Ante este escenario, debemos empezar a pensar cuáles son los
mecanismos, que permiten mantener a la ciudad, la vitalidad que
le da su reproducción y transformación, a partir de la adecuación
o dosificación de los recursos que se invierten en estas acciones.
Parece pertinente, en una sociedad como la nuestra, la generación
de las acciones que permitan un desarrollo equitativo y equilibrado,
evitando o mitigando los impactos negativos, antes que la promo-
ción de las acciones que aseguran la sustentabilidad, pero estimu-
lan el “status quo”. La posibilidad de este escenario incrementaría
su efecto negativo, si consideramos que el “estado actual”, tampoco
se considera paradigma del funcionamiento equilibrado.
En esta lógica de pensamiento, son variados y crecientes los ejem-
plos en el mundo, de implementación de mecanismos de gestión y
control, que estimulan la sustentabilidad, sin que la misma se trans-
forme en trabas para el desarrollo, o en paradigma de la inacción.
Con este espíritu se han elaborado legislaciones que regulan, pre-
mian o castigan según los casos, a la eficiencia energética o
bioambiental, a partir de una normativa específica.
“La energía se ha convertido en un recurso indispensable para el
“Debemos pensar cuales son
los mecanismos que permiten a
la ciudad mantener la vitalidad,
a partir de la adecuación de los
recursos invertidos para
esas acciones”