Previous Page  32 / 64 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 32 / 64 Next Page
Page Background

NOTAS CPAU 17

30

SUB 35

Proyectos, Dirección

32 años

Matías Orbaiz

onfieso que hace un par de años las palabras del multi-

premiado Mario Roberto Álvarez me dejaron sin aliento,

cansado siendo joven, recién arquitecto: “Uno es arquitecto a los

50 años”, o “Recién a los 50 años un arquitecto es tal” o “A los 50

años un arquitecto es joven”. Algunas precisas palabras de lo que

expuso M.R., se parecen a esas tres frases que me han quedado

resonando en el inconsciente.

No sé si el recorrido de un arquitecto es certeramente medible en

m2, premios y galardones, un reconocimiento del ambiente (vaya

que es reducido) o alguna publicación en la sección de arquitectu-

ra de algún vespertino.

No tenemos conceptos tan definidos en los cuales nos anclamos

para profesar el núcleo duro de la tan mentada arquitectura

contemporánea. El fundamentalismo teórico de otras épocas nos

resulta atractivo, pero no acreditamos. Tal vez hay muchos más

detalles, miradas objetivas o múltiples puntos de partida desde

los cuales buscamos edificar una carrera profesional, y que ésta

nos incluya en la discusión de una vez por todas.

Lo que nadie duda al lanzarse en su carrera independiente es en

llevar adelante los sueños, lo más lejos posible, con más corazón

que cabeza, pero fiel a las convicciones, esas que no son medibles

mediante un render de fideicomiso.

Puedo afirmar que sin pausa en 12 años corridos, he trabajado

en todas las áreas de nuestra disciplina -creo que no serviría en

otra-, colaborando siendo alumno en el estudio del titular de

cátedra, pasando por equipos de trabajo para el estado, volviendo

a los estudios, abriendo el propio, concursando o negociando

responsabilidades contractuales. El universo de la diversifica-

ción profesional te hace pasar por escalas pequeñas y grandes,

detalles 1:1 dibujados con un ladrillo sobre el revoque grueso, km2

en concursos para parques temáticos in-financiables, alguna co-

ordinación de asesores de instalaciones -desconocidas hasta ese

encargo-, el sincretismo de la vuelta a la facultad de la mano de la

docencia y actualmente, una difícil y enriquecedora experiencia

laboral en el África.

La formación y el aprendizaje, tan inherentes a nuestra disciplina,

nos hacen eternos caminadores, amplios “buscas”. Conectamos

partes, generamos ámbitos que nos coloquen en el sitio y tiempo

para poder alinear los planetas y conseguir la anhelada obra que

nos hará de puntapié inicial, para crecer en la sociedad que cree-

mos (¿lo harán?) mira nuestro trabajo.

Creo sí en la necesidad de completarse, ir directamente al punto

débil. Absorber aquello con lo que no contamos. Sin esto no

tendremos la confianza y credibilidad para afrontar una enco-

mienda profesional exigente o compleja. El arquitecto debe ser

alguien que tiene algo para decir sobre la enorme cantidad de

material que manipulamos, los perfiles de ciudad que planifi-

camos y las sumas de dinero que convencemos en depositar en

nuestros espacios.

Un desafío es fortalecer la discusión crítica entre arquitectos:

somos escasos dialoguistas. No sé qué extraño mal nos aqueja,

tal vez pensaremos que cada cual debe descubrir un proyecto

científico, guardarlo y después exponerlo en una ponencia o

publicación. Claro está que esto nos perjudica y desprotege como

matrícula ante ámbitos perfectamente coordinados, como cáma-

ras de construcción, departamentos de planeamiento y comiten-

tes ultracomerciales.

Los deberes bien hechos, serían hacer una arquitectura amable,

respetuosa y criteriosamente construida con el conocimiento

acumulado. El desafío está planteado.

C

Dirección de obra en África