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COSTOS DE PRODUCCION DE LAS OBRAS DE ARQUITECTURA CONVERSACIONES SOBRE EL TEMA 2
Usualmente, debo primeramente establecer mis costos directos, luego se le suman los gastos genera-les y, finalmente, el beneficio empresario. Esto está muy bien. Pero también se puede analizar desde el mercado hacia los costados internos. Por ejemplo hay que averiguar cuánto paga el mercado por un servicio o labor profesional. A ese valor, lo primero que se descuenta es cuánto quiero ganar. En otros términos: el mercado paga $10, yo quiero ganar $2,50 ¿entran en $7,50 los costos? Esta metodología permitiría per-cibir que en algunos “nichos” el honorario que está dispuesto a pagar el comitente tiene un beneficio superior al estándar general.
Valga quizás una reflexión que nos sirva para tener en cuenta la real dimensión de esta pregunta: aceptar un encargo de proyecto y dirección de obra es asumir una responsabilidad. Esta responsabilidad y el riesgo que se está asumiendo suelen ser los primeros costos que se ajustan, porque son intangibles; la propiedad intelectual inherente del proyecto también se suele ajustar porque es de igual forma un valor intangible; sólo queda pues la labor profesional que voy a desa-rrollar en forma personal; ella, ¿está siendo retribuida como corresponde? Supongamos que la respuesta cabe en ese $2,50. Entonces debemos preguntarnos si en $7,50 me entran los costos del estudio, las horas de hombre de dibujantes y profesionales y las ingenie-rías. Todo ello nos llevará a determinar el valor de nuestro trabajo.
Pero vuelvo al mercado, que nos puede dar nuevos indicios sobre cuánto cobrar. Como nuestra oferta de servicios profesionales puede haber sido más amplia que el proyecto y dirección de obra, hay que indagar si el mercado no reconoce todo ese conjunto de servi-cios, digamos por ejemplo, $14.-.
Y si el mercado lo paga, ¡no hay por qué no ganárselo!. No podemos estar en el mercado solo cuando perdemos y no cuando ganamos. Las leyes del mercado se cum-plen todos los días, para cuando se gana y para cuando se pierde. Existe la falsa creencia de que cuando se gana mucho, se es inmoral. ¡No! Ese es un concepto falso que nos inculcan equivocadamente. Se nos pagó lo que el cliente creía más conveniente. Además, seguramente este comitente pidió precios entre otros arquitectos, o con otras maneras de organizar el trabajo y finalmente decidió contratarnos porque le resultaba favorable, y, en el mejor de los casos, se quedó contento con nuestro servicio y nos volverá a llamar en un futuro. En otras palabras, al ser un servicio retribuido, el de proyecto y dirección de obras pasa a ser una fórmula de mercado. Entonces, ya no la veo más sólo como un servicio. Alguien paga por algo que recibe. Desde el momento en que entra al mercado, adquiere
nuevas reglas de juego, y estas ya no provienen exclusivamente de cuestiones inherentes al servicio propiamente dicho, (el cálculo de horas hombre, la maqueta, la perspectiva, etc) sino que aparece toda una nueva dimensión. El mercado abre y amplía el trabajo del arquitecto hacia nuevos horizontes.
DRA: Entonces la pregunta es, ¿cómo se le pone el termómetro al mercado para saber cuánto se puede cobrar un servicio? ¿Intuición empresaria?
FH: Hay algo de intuición, pero yo diría que hay mucho de información adquirida informalmente. A veces co-nocemos esa información por el sólo hecho de estar imbuidos de nuestro cotidiano trabajo. Por ejemplo, cuando uno se ajusta estrictamente a determinados servicios, siempre hay alguien que los presta y por consiguiente es más fácil detectar cuánto se cobra. Puede llegar a variar un poco, dependiendo del rubro (vivienda unifamiliar, edificio chico, edificio grande). En esa cadena de valor, el arquitecto es un eslabón cuyo costo es fácilmente deducible. Asimismo, se puede averiguar entre los colegas.
Cuando el arquitecto se aparta de esos servicios, y asume roles tales como encontrar el negocio o buscar el terreno, también se va a encontrar que alguien los está prestando: en los casos más simples será una inmobiliaria y en casos más complejos un developer. Estos costos también son fáciles de averiguar. Es indudable que si uno se ajusta al proyecto y dirección no es posible excederse de ciertos valores. Pero cuando se cobra por otras tareas, seguramente no se necesite cobrar la sumatoria de todos los servicios profesionales prestados y allí es cuando los arquitectos pasamos a tener ventajas competitivas para nuestros clientes. Por supuesto que hay que conocer muy bien los costos del estudio, llevando estadísticas de gastos, y teniendo en cuenta inclusive que éstas pueden arrastrar un error. El de los gastos indirectos es un ítem que es muy difícil de distribuir. En obras chicas no se puede pretender que cada fotocopia sea imputada a la obra correspondiente; por lo general termina habiendo un costo de librería que se distribuye entre todas las obras. Hay que chequear cuánto se paga la hora del profesional de determinada categoría, cuánto se paga de alquiler, luz, teléfono, gas, librería, papelería, y demás ítems; pero además debemos saber que este control nos puede llevar a decisiones erróneas. A lo sumo puede establecerse que existe un cierto porcentaje (aproximadamente un 25%) de gastos indirectos. Por ejemplo, ¿cabe imputarle los mismos gastos indirectos a un stand para una exposición que a una vivienda unifamiliar? ¡No! Las exposiciones casi no tienen gastos indirectos, mientras que las casas tienen una
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