#43 - Paisaje Urbano
• 14 L a idea de «paisaje urbano» nos coloca frente a un con- junto de dilemas. ¿Cómo y por qué una ciudad —o una parte de ella— se torna paisaje? ¿Para quién es el pai- saje construido y qué efectos tiene en la vida urbana? Si la primera pregunta nos remite, contra toda ilusión natura- lista, a la idea del paisaje como un artefacto histórico y cul- tural, la segunda nos recuerda las relaciones de poder que atraviesan la producción de paisajes. Los orígenes del paisaje se remontan a la primera mi- tad del siglo XV y la invención de la «ventana interior» 1 : en la pintura del interior de un edificio en el que se despliega una escena religiosa, una pequeña ventana delimita hacia afuera un paisaje profano. Bastó con ampliar la ventana a las dimensiones de la tela, borrando las referencias religiosas, para estar ante un paisaje. Las condiciones de posibilidad de esta creciente autonomía del paisaje descansaron en las re- glas de la perspectiva artificialis que instauraron una nueva relación entre el sujeto y el mundo representado, creando distancia y separación: el sujeto que pinta (o que mira) está fuera del paisaje. ¿Qué sucede cuando nos desplazamos desde la pintura paisajística hacia los espacios vividos —sean campos, ciuda- des o barrios— transformados en paisajes? Desde los estu- dios culturales, Raymond Williams 2 cuestionó el argumen- to habitual acerca de la «invención» del paisaje inglés en el siglo XVIII sintetizado en la serie: terrateniente–viaje por Europa–paisajismo francés–imitación. Se trató, en cambio, de un movimiento histórico más general en el que se entre- lazaron clase social, capital, equipamiento y habilidades pa- ra «producir naturaleza» de acuerdo a un punto de vista es- pecífico. La clase terrateniente impuso un orden social, eco- nómico y físico como parte de la larga historia de separación entre producción y consumo: producción del paisaje rural inglés del cual, paradojalmente, se suprimieron las labores campestres y las personas encargadas de realizarlas. El pai- saje, entonces, no como un tipo de naturaleza sino como un tipo de observador que es consciente de que lo está hacien- do: observación de «agradables panoramas» como una expe- riencia en sí misma. Por su parte, desde la antropología Tim Ingold 3 propuso expandir el sentido de la categoría como modo de relación con el ambiente: paisaje como el persistente registro de las vidas y los trabajos de las múltiples generaciones que lo ha- bitaron. Nos encontramos aquí con el cuestionamiento de la exterioridad del paisaje. Mientras en su acepción de paisaje somos habitantes ( inhabitants ) que al desplegar nuestras vi- das le damos forma, en dispositivos como mapas, gráficos e imágenes (entre ellas, el paisaje pictórico) el ambiente apa- rece como una realidad independiente de nuestra experien- cia en el que seríamos, utilizando un creativo neologismo, exhabitants . Creo que las tensiones entre ambas posiciones ayudan a comprender la dinámica de la producción de paisaje. Mien- tras Ingold relativiza la distinción tajante entre insiders y outsiders , entre quienes viven en un lugar y aquellos que, siendo de fuera, lo objetivan como paisaje, Williams resalta la importancia del punto de vista y el poder en la existencia del paisaje: importa quién y en qué condiciones mira. Sabe- mos del carácter artefactual del paisaje —tenemos los ma- ravillosos trabajos de Graciela Silvestri sobre el Riachuelo y Ana Fabaron sobre La Boca— pero la pregunta que persiste es si se habita un paisaje. O, si se quiere, la pregunta de pa- ra quién es el paisaje urbano en un contexto de marketing urbano que, profundizando la tendencia identificada por Williams, produce paisajes para el consumo visual global 4 , abstrayendo los lugares concretos donde se despliega la vida urbana. • La cuestión cultural del paisaje histórico. Foto: Oscar Harispe RAMIRO SEGURA Antropólogo, Doctor en Ciencias Sociales, Investigador CONICET. Profesor Titular de Introducción a la Teoría Social (UNLP) y Profesor Adjunto de Estudios Sociales Urbanos (IDAES/UNSAM). BELLEZA Entre el habitar y el consumo visual 1 Descola, Philippe. Más allá de naturaleza y cultura. Buenos Aires: Amorrurtu, 2012. 2 Williams, Raymond. E l campo y la ciudad. Buenos Aires: Paidós, 2001. 3 Ingold, Tim. The Perception of the Environment. New York: Routledge, 2002. 4 Zukin, Sharon. “Paisagens Urbanas Pós-Modernas: Mapeando cultura e poder” [Paisajes Urbanos Posmodernos: Mapeando cultura y poder]. Revista do Patrimonio Histórico e Artístico Nacional, N° 24, 1996.
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